lunes, 29 de febrero de 2016

Un poco de mí + mi viejo kit de maquillaje

Crecí viendo a una mujer que se levantaba todos los días pasaditas las 5 de la mañana para bañarse, secarse el pelo, maquillarse, ponerse ropa preciosa y zapatos de taco, siempre tacos. De lunes a viernes, los fines de semana estaba también siempre muy coqueta, pero a menor escala. Esa mujer es mi bella madre. Siempre con las uñas impecables, pintadas con colores claritos. Cuando volvía de trabajar y subía a su habitación yo ya sabía que en instantes me iba a decir: "Fati, ¿me traés la puntita de una toalla mojada?".

Crecí entre sus cremas de Mary Kay, su maquillaje y toda esa ropa hermosa y zapatos divinos. Lo interesante es que yo mamé todo eso desde pequeña, pero hasta ahora siempre fui todo lo contrario.

Cuando era adolescente, e incluso después de ser mamá y mudarme de Corrientes, no tenía maquillaje, ni cremas. De hecho la eterna pelea era que en las contadas veces que me quería arreglar (como no tenía) usaba todos los productos de mi hermana. Ella sí que siguió varios pasos de mi mamá.

En su primera visita a mi nuevo hogar, en una pintoresca ciudad del interior de Santa Fe, mi madre me obsequió varios productos básicos de maquillaje. Ella quería que yo fuese una mamá y esposa (aunque no estoy casada) arreglada, sobre todo en un nuevo lugar donde no conocía a nadie, y nadie me conocía.

Contadas veces usé los productos. ¿Por qué? Porque sentía vergüenza. Si, VERGÜENZA. Uno de los motivos más fuertes es que al tiempo de mudarme a este lugar, gané más de 15 kg. Imagínense, mido 1,53, siempre fui flaca. No weeeeee, que flaca, pero entre 46 y 48 kgs. De repente tenía más de 15 kg. Inclusive variando la época llegaron a ser hasta 20. Me daba vergüenza que la gente viera una "gorda" maquillada y en tacos o plataformas. Este peso es traumático para mí, y no exagero. Jamás salí a bailar después de nacida mi peque, tardé un montón en volver a ponerme un short, una bermuda. Me sentí muy vulnerable. De hecho aún estoy así, gordita, pero ya no permito condicionarme tanto. ¡Estoy perdiendome de tantas cosas, y soy TAN joven!

En una de las visitas de mi hermosa familia, mi hermana Luciana (una de las mayores) charlando me dijo: "No es lo mismo una gordita, que una gordita arregladita". Me quedó dando vueltas eso que me dijo durante mucho tiempo, hasta que en diciembre de 2015 sentí que había tocado fondo. Fondo con todo, con mi peso, con mi autoestima, con todo. Y en vez de quedarme llorando sin hacer nada pensé: "Tengo que quererme más, arreglarme más, para mí, no para que me vean los demás". Pero al mismo tiempo pienso, así como yo crecí viendo a mi hermosa mamá quererse y cuidarse, lo mismo quiero para mi hija, que crezca viendo una mujer que se ama, que se quiere y se cuida a si misma. Parece una pavada, pero es TAN importante lo que nuestros hijos ven de nosotros.

Cuando preparaba mi valija para viajar a Corrientes a pasar las fiestas, busqué una cartuchera donde tenía guardados todos esos productos que me obsequió mi madre. Entré a mirar vencimientos, OMG! MUCHAS cosas estaban RE vencidas jajajaja. Yo me mudé en 2012, cosas habían vencido en 2013, en 2014 y hasta en 2015. Otras obviamente, se salvaron.

Aquí paso a mostrar lo que pude rescatar:



- Dos cuartetos de sombras de Maybelline. Use algunas veces, pero como no sabía el cómo, eso me condicionó también.
- Dúo de sombras de Katalia.
- Rubor de Maybelline.
- Sombra nude de Maybelline.
- BB Cream de Maybelline.
- Brillo labial de Maybelline.
- Dos correctores, uno de Dorothy Gray y otro de Maybelline.
- Delineador negro retráctil de Maybelline.
- Máscara de pestañas de Maybelline.

¿Será que mi mamá era fanática de Maybelline? Jajaja. Tuve que tirar algunas cositas, pero creo que bastante bien lo que pude guardar.





De a poquito me voy soltando y contando mi historia. Seguro habrá alguna mujer que se sienta identificada.

Abrazo de Oso!

Fati.

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